Elizabeth Arciniegas de la Iglesia Evangélica Luterana de Colombia (IELCO) es una de las tres co-coordinadoras de la Red de Mujeres y Justicia de Género para América Latina y el Caribe (LAC). Sirve con Ángela Trejo Hager de la Iglesia Luterana Mexicana y Ofelia Dávila de la Iglesia Luterana del Perú.
En esta entrevista, Arciniegas habla sobre dónde encuentra fortaleza en las Escrituras para hacer su trabajo, ya que llama a toda la iglesia a comprometerse con la justicia y la equidad para las mujeres.
¿Cuál fue su formación religiosa o de fe cuando era niño?
Nací en un pueblito del norte de Boyacá llamado El Cocuy. El Cocuy es uno de los primeros lugares que visitaron los misioneros cristianos. Originalmente los misioneros eran católicos y luego la religión del estado fue la católica hasta la violencia política de la década de 1940 en Colombia. Durante ese período, los protestantes, como se llamaba a los evangélicos, fueron perseguidos. Debido a que mis padres eran protestantes y tenían puntos de vista políticos liberales, su casa fue incendiada cuando yo era joven.
A menudo, esta época de la historia se recuerda por los disturbios políticos, pero también hubo aspectos religiosos que no se destacan.
La desigualdad de las religiones en ese momento significaba que los protestantes tenían cementerios y escuelas separados. Por eso estudié en un colegio evangélico porque me hubiera sido difícil en un colegio público. Me habrían intimidado por no tener cenizas en la cabeza o por no saber las oraciones católicas.
Uno de mis primeros y más entrañables recuerdos es el de un misionero luterano, un pastor que vivía detrás de nuestra casa y tenía una camioneta verde que usaba para hacer visitas pastorales.
¿Cuál es la situación de la religión hoy?
Hoy la constitución no reclama una religión de estado.
Gracias a Dios, hoy tenemos la libertad de adorar como queramos y donde queramos. Es mucho más fácil que cuando yo era un niño. La Iglesia Evangélica Luterana de Colombia es una especie de puente en las relaciones ecuménicas dentro de la comunidad. En muchos sentidos, gran parte del trabajo que hacemos como iglesia es reconciliar las relaciones con nuestros hermanos y hermanas en la iglesia católica y en otras denominaciones.
Cuéntanos sobre el trabajo de las mujeres ordenadas y laicas en la iglesia.
La Iglesia Luterana de Colombia ha estado ordenando mujeres desde 1993, la Rev. Consuelo Preciado fue la primera mujer ordenada al ministerio por nuestra iglesia. Ordenar mujeres es importante no solo para cumplir con números y proporciones, o para practicar lo que creemos teológicamente correcto, sino también para tener más y más espacios en la vida de las personas, de los miembros de la iglesia. Hemos recorrido un largo camino, gracias a Dios. Espero que más mujeres se decidan a estudiar teología y a seguir compartiendo la fe, porque eso también es muy importante en la vida de la congregación. Por ejemplo, cuando tienes una mujer pastora con quien puedes hablar, con quien puedes conversar, eso le da confianza a las mujeres para hablar.
Como líder laico, me remito a las palabras de Pablo. Cuando dice que “en Cristo ya no hay varón, ni mujer, ni judío, ni griego, porque en Cristo todos somos nuevas criaturas y hechos a su imagen, hijos e hijas de Dios”, eso me da esperanza. En Colombia hay muchas mujeres que participan en el liderazgo laico en la educación, en la dirección de la escuela teológica y en la coordinación de proyectos y programas, por mencionar algunas áreas.
¿Quiénes son los actores de la iglesia en la justicia de género?
La justicia de género realmente va a suceder cuando todas las personas reconozcan que algunas personas del cuerpo de Cristo necesitan dejar de lado sus privilegios para que otras personas menos privilegiadas puedan participar en la obra de Dios. El movimiento de justicia de género ha identificado las barreras y los obstáculos contra los que hemos estado luchando y ahora usamos este conocimiento como una herramienta para eliminar esas barreras, poco a poco. A veces, en este trabajo, podemos tropezar y caer, pero nos levantamos de nuevo y seguimos adelante. Cuando tanto hombres como mujeres reconocen estas barreras, podemos caminar juntos y allanar el camino para todos. El libro de los Hechos nos dice que “Dios no muestra favoritismo entre las personas”.
¿Qué significa para tu iglesia, tu trabajo, ser parte de la comunión de iglesias?
Ser parte de la comunión significa que camino con los demás en solidaridad; Me preocupo por ellos y ellos se preocupan por mí, como un solo cuerpo.