Cuando se fueron, un ángel del Señor se le apareció a José en sueños. “Levántate”, le dijo, “toma al niño y a su madre y escapa a Egipto. Quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.
– Mateo 2.13
Tenía 10 años cuando escuché las noticias en la radio en julio de 1969. De la noche a la mañana, sin previo aviso ni consentimiento público, se prohibieron las celebraciones navideñas y se suspendieron indefinidamente en la isla. El gobierno de Cuba ya había encarcelado a cientos de predicadores y líderes religiosos en su esfuerzo por acabar con el cristianismo, pero prohibir la celebración de la Navidad era ahora un nuevo subidón para la iniciativa de opresión religiosa del régimen comunista que mi familia y yo dejamos atrás hace 52 años.
¿No hay Navidad en Cuba? ¿En qué estaban pensando? Estaba devastada, pero en retrospectiva, ahora sé que mi devastación no tuvo nada que ver con el hecho de que los juguetes ahora eran cosa del pasado. Los juguetes, de hecho, ya habían sido racionados a tres juguetes por niño hasta agotar existencias, y siempre recibía los mismos tres juguetes de todos modos: patines de metal chinos, una pelota y un bate. Por lo tanto, no se trataba de los juguetes, ni de los regalos, ni de lo mucho que echaríamos de menos decorar los pasillos o hacer cola para hacernos fotos con Papá Noel. La Navidad en Cuba nunca se trató de esto.
Una Navidad cubana siempre se trató de celebrar a la familia, los amigos y las relaciones; se trataba de compartir y difundir la alegría de la temporada, literalmente de casa en casa, casi a diario, desde mediados de diciembre hasta el día de la Epifanía (Día de los Reyes Magos), que es cuando los niños recibían sus juguetes. Eso es lo que echaría de menos. Extrañaría la alegría de la Navidad mientras se reflejaba en los rostros de mis seres queridos durante nuestras celebraciones. Eso es lo que el pueblo cubano se perdió durante casi 20 años. No fue sino hasta después de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, en 1998, que al pueblo cubano se le permitió nuevamente celebrar la Navidad.
Así que, así como Herodes trató de matar al primer Noel hace más de 2000 años, no hace mucho, otro dictador trató de matar el espíritu del Noel vivo, en Cuba. Ningún gobierno debería tener el derecho de prohibir la celebración del nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y a ninguna familia se le debe negar el gozo que la temporada navideña trae al mundo. Durante este tiempo de Adviento y Navidad, recemos por aquellos que viven en lugares donde todavía está prohibido celebrar la alegría de la Navidad, la alegría de Cristo vivo.
Oración: Padre, tus dones son irrevocables, y ningún ser humano debe prohibir a ningún otro ser humano el don de la salvación en Jesucristo. Considera a los que hoy están oprimidos religiosamente y libéralos para que experimenten la alegría de la Navidad libremente según tu voluntad. En el nombre de Jesús. Amén.
El reverendo Arturo Cadar es el pastor principal de Revive! en Pasadena, Texas, y también es miembro del Consejo de Liderazgo Transitorio de la Iglesia Metodista Global.