En su mensaje de Navidad, el presidente de la Federación Luterana Mundial (FLM), el arzobispo Dr. Panti Filibus Musa, invita a los cristianos de todo el mundo a considerar “la asombrosa verdad” de que frente a un bebé recién nacido en Belén, “podemos ver la imagen de Dios” y su “relación interminable de amor” para toda la creación.
Reflexionando sobre las palabras de la carta de San Pablo a los Colosenses, “Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación”, el líder de la FLM señala que para muchas personas, el pesebre, con animales, pastores y ángeles dando la bienvenida al nacimiento del hijo de María, es uno de “nuestros primeros y más preciados recuerdos de aprender sobre nuestra fe”.
Pero si reflexionamos más profundamente sobre la Encarnación, continúa, “¿somos capaces de ver, en el rostro de ese pequeño bebé, la imagen del Dios invisible?” Y pregunta: “¿Por qué el creador de nuestro universo eligió esta familia sencilla y este humilde establo como escenario de un evento que cambiaría el curso de la historia?”
El modelo de liderazgo de servicio de Jesús pondrá patas arriba nuestros modelos terrenales de poder y autoridad.
Presidente de la FLM, Arzobispo Dr. Panti Filibus Musa
El mensaje extraordinario de la Navidad, dice el arzobispo Musa, “es que a través del nacimiento y la vida terrenal de Cristo, podemos ver la imagen de Dios, perfectamente reflejada en su Hijo Amado”. La elección de una familia humilde “en un rincón poco notable del imperio romano”, agrega, es un indicador de la forma en que el modelo de liderazgo de servicio de Jesús pondrá patas arriba “nuestros modelos terrenales de poder y autoridad”.
El Presidente de la FLM concluye con un recordatorio de que “nosotros también somos creados a imagen de Dios y que el amor invisible del Dios Trino se hace visible en y a través de nosotros”.
Lea el mensaje completo a continuación
Hacer visible el amor invisible de Dios
Cristo es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, las cosas visibles e invisibles.
(Col 1:15-16)
Para muchos de nosotros, nuestros primeros y más preciados recuerdos de aprender acerca de nuestra fe seguramente estarán conectados con la escena de la natividad navideña. Leemos libros, cantamos himnos, participamos en obras de teatro de la natividad que representan a María y José con el niño Jesús, rodeados de animales, pastores y ángeles que dan la bienvenida a su nacimiento en el establo de Belén.
Es una imagen familiar y reconfortante que recreamos cada año en nuestros hogares, nuestras iglesias, pero también en lugares públicos para recordarnos el verdadero significado de la Navidad, en medio de todas las compras agitadas y la celebración de esta temporada festiva.
Pero eche un vistazo más de cerca por un momento a ese bebé recién nacido, envuelto en pañales y acostado en el pesebre, como leemos en el evangelio de Lucas. Si reflexionamos más profundamente sobre el misterio de la Encarnación, de Dios que viene al mundo para vivir entre nosotros, ¿podemos ver, en el rostro de ese pequeño bebé, la imagen del “Dios invisible”? ¿Por qué el creador de nuestro universo eligió esta familia sencilla y este humilde establo como escenario para un evento que cambiaría el curso de la historia?
Sabemos que Jesús fue el hijo primogénito de María, pero en su carta a los Colosenses, Pablo nos recuerda que él también es “el primogénito de toda la creación”. Juan nos dice que Cristo es el Verbo que “se hizo carne e hizo su morada entre nosotros”. La misma Palabra que “estaba con Dios en el principio, por medio de él todas las cosas fueron hechas”.
Las Escrituras nos enseñan que el niño Jesús en el pesebre es el Hijo de Dios, Rey de reyes. Pero la elección de un carpintero galileo y una campesina en un rincón poco notable del imperio romano como el escenario familiar para la vida terrenal de Jesús muestra cómo su realeza es una que pone patas arriba nuestros modelos terrenales de poder y autoridad. Este será un modelo radicalmente nuevo de liderazgo de servicio donde el Príncipe de Paz se agachará para lavar los pies sucios de sus discípulos.
Desde el Antiguo Testamento, sabemos que no podemos ver la gloria de Dios cara a cara. Sin embargo, el mensaje extraordinario de la Navidad es que a través del nacimiento y la vida terrena de Cristo, podemos ver la imagen de Dios, perfectamente reflejada en su Hijo Amado. La Biblia nos recuerda que nosotros también somos creados a imagen de Dios y que el amor invisible del Dios Trino se hace visible en y a través de nosotros.
Así que, mientras hacemos nuestros belenes y nos preparamos una vez más para dar la bienvenida al bebé en Belén, tomemos tiempo para meditar en esta asombrosa verdad. Esforcémonos por ver la imagen de Dios en los demás, especialmente en los rostros de aquellos a menudo rechazados e ignorados: los hambrientos y los perseguidos, los refugiados y los prisioneros, los adictos y los sin hogar.
Les deseo a ustedes y a todos sus seres queridos una Navidad muy bendita, mientras miran en el pesebre y descubren de nuevo el rostro de Dios, acercándonos más a la interminable relación de amor de Dios.